Los abogados jamás deberían hacerle una pregunta a una abuela, si no se encuentran preparados para la respuesta.
Dicen que durante un juicio en un pequeño pueblo, el abogado acusador llamó al estrado a su primera testigo, una mujer de avanzada edad.
El abogado se acerca y le pregunta:
“Sra. Sánchez: ¿sabe usted quién soy yo?”
Ella, con la calma que dan los años, le respondió: “Si señor, le conozco, Sr. López.
Le conozco desde que era un niño, y francamente le digo que usted resultó ser una gran decepción para sus padres.
Siempre miente, cree saber de todo, es muy prepotente, abusivo, engaña a su esposa, y lo peor de todo, manipula a las personas.
Se cree el mejor de todos, cuando en realidad no es usted nadie.
Sí señor, le conozco muy bien....”
Un pesado silencio invadió la sala...
El abogado se quedó perplejo, sin saber exactamente qué hacer.
Entonces, apuntando hacia la sala, le preguntó a la Sra. Sánchez:
“¿Conoce al abogado de la defensa?”
Nuevamente, y con la misma calma, ella le respondió: “Claro que sí.
Yo también conozco al Sr. García desde que era un niño.
Se parece mucho a usted, pero aparte también es un zángano, marrullero y corrupto. Desde chiquillo fue flojo, y ahora, cuando se toma unos tragos, le sale lo maricón.
Para su desgracia tiene problemas con la bebida. No puede tener una relación normal con nadie y, junto con usted, son los peores abogados de la región.
Sin mencionar que él engaña a su esposa con tres mujeres diferentes, una de ellas la esposa suya, ¿recuerda?
Sí señor, yo conozco al Sr. García. Su mamá tampoco está orgullosa de él”
El abogado de la defensa casi cae muerto.
Entonces, el juez llama a los dos abogados para que se acerquen al estrado, y les dice:
“Si alguno de ustedes, par de hijoputas, le pregunta a esta vieja si me conoce a mí, ¡les mando a la silla eléctrica!”