Sir Winston Leonard Spencer
Churchill, (1874-1965 Londres) fue Primer Ministro de Inglaterra, así como estadista, orador, historiador y escritor. Recibió el Premio
Nobel de Literatura en 1953 por sus obras históricas, sus artículos
periodísticos y sus brillantes discursos, que lo erigen como uno de los
principales oradores del siglo XX .
"Un fanático es alguien que no
puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema."
“El fallo de nuestra época consiste
en que sus hombres no quieren ser útiles sino
importantes”
“Las actitudes son más importantes
que las aptitudes”
“Un optimista ve una oportunidad en
todo problema; un pesimista ve un problema en toda oportunidad”
“Una buena conversación debe agotar
el tema, no a los interlocutores”
“Valor es lo que se necesita para
levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y
escuchar”
“Pasé más de la mitad de mi vida
preocupándome
por cosas que jamás iban a ocurrir”
“Nunca en el campo de los
conflictos humanos, tantos le debieron tanto a tan pocos”
“El éxito es aprender a ir de
fracaso en fracaso sin desesperarse”
“Personalmente,
siempre estoy dispuesto a aprender, aunque no siempre me gusta que me den
lecciones”
Cuando
Churchill cumplió 80 años un periodista menor de 30 fue a fotografiarlo y le
dijo: “Sir Winston, espero fotografiarlo nuevamente cuando usted cumpla 90
años”.
A lo
que Churchill respondió:
“¿Por
qué no? ¡Ud. parece un joven bastante saludable!”
Bernard
Shaw: “Estimado Winston Churchill y muy digno primer ministro: Tengo el honor
de invitarlo al estreno de mi obra Pigmalión. Venga y traiga un amigo… si lo
tiene”.
Firmado Bernard Shaw.
Respuesta:
“Agradezco al ilustre escritor la honrosa invitación. Infelizmente no podré
concurrir a la primera presentación. Iré a la segunda… si la hay”.
Firmado Winston Churchill.
Sucedió
en el Parlamento inglés. Fue durante uno de los discursos de Churchill en el
que una diputada de la
oposición,
pidió la palabra.
Todos
sabían que a Churchill no le gustaba que interrumpiesen sus discursos. Pero la
palabra le fue dada a la diputada y ella dijo en tono alto y claro:
“Sr.
Ministro, si Vuestra Excelencia fuese mi marido, yo pondría veneno en su café”
Churchill,
con mucha calma, se quitó los lentes, y en aquel silencio en el que todos
estaban esperando la respuesta, exclamó:
“¡Y
si yo fuese su marido, me tomaría ese café!”
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