Francisco invitó a su amigo Carlos a esquiar, Cargaron todo en su furgoneta, y se fueron a
Pajares.
Apenas entraron en Puente de los Fierros, el tiempo se puso
muy feo. El cielo se oscureció, empezó a soplar un fuerte viento inesperado
para esa época del año, y los primeros ramalazos de aguanieve sacudieron el
vehículo.
En ese momento vieron las luces de una casa al lado de la
carretera. Sin dudarlo, enfilaron hacia la casa para pedir refugio.
Salió a recibirlos una mujer vestida con pantalones y
chaquetón que no lograban ocultar su esbelta figura, con los cabellos rubios
ensortijados húmedos.
'Acabo de dar una vuelta para controlar que todo está en
orden', explicó, 'y veo que esta noche vamos a tener una fuerte tormenta. Pero
sucede que yo he quedado viuda hace pocas semanas, y si los dejo dormir en mi
casa temo que la gente hable; es algo que no me gusta para nada y que no me
conviene.'
'No se preocupe, señora,' dijo Francisco. 'Nos basta con que
deje que metamos la furgoneta en las cuadras que se ven al lado de la casa.
Podemos refugiarnos ahí para pasar la noche. Nos iremos a primera hora de la
mañana'.
La señora aceptó, ambos hombres se dirigieron a la cuadras y
se acomodaron para pasar la noche. No bien despuntó la mañana se encontraron
con que el tiempo había aclarado, y viendo que en la casa estaba todo en
silencio y con las persianas cerradas, se marcharon.
Ese fin de semana ambos disfrutaron de lo lindo esquiando en
Pajares.
Nueve meses después, Francisco recibió una carta inesperada
enviada por un estudio jurídico. Se devanó los sesos pensando de quién podía
tratarse, hasta que al fin se dio cuenta de que era de los abogados de esa
atractiva viuda que habían conocido aquel fin de semana en Puente de los
Fierros.
Subió a su furgoneta y se fue a casa de su amigo Carlos.
-'Carlos, quiero preguntarte algo', le dijo. 'Te acuerdas de
esa viuda tan buena moza de..'
-'Sí, me acuerdo', respondió de inmediato el otro.
'Dime la verdad: esa noche, mientras dormíamos en la
furgoneta, ¿te levantaste y fuiste a la casa a verla?'
'Sí', confesó Carlos, algo avergonzado al haber sido pescado
en falta. 'Sí, lo hice.'
-'¿Por casualidad le diste mi nombre, haciéndote pasar por
mí, y le diste mi dirección como si fuera la tuya?', preguntó Francisco con voz
incrédula.
Carlos enrojeció.
'Sí, lo siento, viejo; yo tenía en la cartera la tarjeta que
me habías dado cuando te mudaste, y le di ésa. Tú no tienes compromisos, vives
solo, eres más fino para defenderte en caso de problemas...' Se encogió de
hombros. '¿Por qué? ¿Pasó algo?'
'Murió el mes pasado, y me dejó toda su fortuna'.
(Pensaste que el final iba a ser diferente, ¿eh? Ahora
mantén esa sonrisa por el resto del día.)
"El hombre se hace viejo muy pronto y sabio demasiado
tarde"
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